El león se hace cordero

Pius en el sermón de la montañaNuestro hermano, nuestro amigo Pius el domingo por la mañana se fue al Padre enun hospital de Nairobi. El miércoles pasado se desvaneció mientras celebraba la palabra con una nueva comunidad en la parroquia de Kwa Ngulelo de la que él mismo era catequista. Desde el hospital de Arusha fue trasladado a Nairobi porque allí tendría más oportunidades de ser operado dada la gravedad de su accidente coronario. Pero ayer, después de desayunar se acostó de nuevo en la cama del hospital y ya no se despertó.

Y nosotros nos hemos quedado sin Pius. Nos ha cogido a todos por sorpresa. Pero el agradecimiento gana a la pena. No podemos más que dar gracias por cada minuto que hemos pasado junto a él.

Fijaos, cuando María y yo llegamos a Arusha, Pius y su familia fueron los primeros en invitarnos a su casa. No podíamos hablar y yo me entendía con él en inglés macarrónico. Pero se notaba que estaba muy feliz de poder estar con nosotros.

A Pius no le quedaba más remedio que proclamar que a él solo le había amado Jesucristo tal y como era, con su pecado y sus debilidades.

Pius ha sido un referente para muchos. Una persona respetada por ser hombre de negocios y conocido en la diócesis donde tuvo cargos de responsabilidad. Le enterraremos dentro de uno o dos días y será un funeral multitudinario.  Vendrá muchísima gente de Arusha y de Moshi de donde él era originario, eso seguro. A veces estos actos empañan la verdadera imagen de la persona a la que se rinde homenaje. Yo aquí hablo de Pius, un león para vencer que se hizo cordero para sufrir.

Pius en el atril
Pius siempre predicaba con fuerza. En esta ocasión anuinciaba el kerygma tras proclamar el sermón de la montaña

En su vida hizo dinero, peleó por el éxito material y lo consiguió no sin arriesgarse. Tenía a su familia y gozaba de prestigio en su tribu, los wachagga. Además, era un buen cristiano al uso. Un referente en todos los sentidos.

Para nosotros Pius era sobre todo un tío que se conocía a sí mismo. Sabía que no se merecía nada de lo que había conseguido en su vida por cuanto era consciente de su pecado. No predicaba desde el éxito en sus negocios ni desde su aspecto de tipo decente. Todo lo contrario. Él sabía que no tenía ningún tipo de autoridad. A Pius no le quedaba más remedio que proclamar que a él solo le había amado Jesucristo tal y como era, con su pecado y sus debilidades. Eso era lo que a él le había salvado. Eso era lo que él proclamaba a los cuatro vientos delante de laicos, delante de curas y obispos. Siempre se la jugó por Jesucristo.

Por eso, antes de que se lo llevaran a Nairobi, Pius cogió su vida en peso y pidió quedarse a solas con el presbítero de la misión y habló con él a solas y se confesó. Por eso, en las preces de la oración de laudes del sábado, el día antes de morir, pidió esto:

Señor, ayúdame a descender, a hacerme humilde para que pueda hacer tu voluntad y pueda entrar en lo que tú tienes preparado para mí. Te pido Señor por los hermanos de la comunidad de Kwa Ngulelo delante de los cuales me desvanecí para que tu les des fuerza para seguir en el camino. Te pido Señor por los que tienen tal y cual pecado porque yo he sido uno de ellos. Dales, Señor, luz para que se den cuenta de lo corta que es la vida. Te Pido Señor por las familias divididas por el pecado de los padres para que se vuelvan a unir. Te pido por los catequistas y todos los que se ocupan de la evangelización. Te pido por nuestras comunidades de Arusha y que el Señor nos ayude a salvarnos.”

Ahora tenemos que pasar el duelo, pero desde luego no será un duelo triste y sin esperanza. Será un duelo de profundo agradecimiento. Jesucristo sabe cómo vivió y que nunca escondió sus debilidades. ¿Por qué motivo iba Pius a ponerse una máscara si Jesucristo le amaba tal y como era?

El león aparentemente lo tenía todo. Pero frente a su propia miseria, se encontró con la misericordia que sólo viene de Dios. Así se hizo cordero junto con Jesucristo para sufrir.