
…pero volveremos si Dios quiere a Arusha en septiembre. No es fácil asegurar nada en estos tiempos de Coronavirus pero, desde luego, esta es nuestra intención. Supongo que estamos como todo el mundo: a ver qué pasa, a ver si nos confinan o nos des-confinan o nos confitan como a la fruta del roscón. Yo pensaba que aquí en España la gente estaría más informada pero veo que el exceso de información es tan malo como la falta de ella. En Arusha no teníamos más que rumorología por doquier. No hay información oficial sobre infectados (tan sólo la hubo las primeras 3 semanas empezando desde mitad de marzo). Tanzania es un patio de vecinos en cuanto a información. Pero hemos llegado aquí y ocurre tres cuartos de lo mismo pero encima la gente se saluda con el codito (¡Qué rabia da!).
Aquí en Valencia los cambios de la forma de vida nos afectan. Al cambio de localización añadamos que es periodo vacacional, esto es, el caos.
Sin ánimo de ser exhaustivo, voy a pormenorizar a qué tipo de cambios me refiero para que os hagáis una idea. Hay de todo. Cambios a peor y cambios a mejor:
- En Arusha, mis hijos se acuestan a las 20:30. Ahora se van a la cama a las 23:30-00:00 horas. Ayer les mandé a la cama a las 23:00 y todavía se indignaron diciendo que era demasiado pronto.
- En Tanzania no practico deporte pero la dieta es sana con lo que mi bella figura se conserva dentro de unos márgenes aceptables. Aquí no. Aquí vuelvo a la comida no sana, al descontrol, al picoteo, al aperitivito, a la cervecita. Me dicen que no me preocupe, que en Tanzania volveré a mi peso y volveré a ser una persona decente pero en el fondo pienso que me voy a quedar sin pantalones hasta ese momento.
- En Valencia, entro en los centros comerciales y entre el agobio de la mascarilla y lo que aprietan las tiendas con sus rebajas, sus escaparates y las musiquejas machaconas de las tiendas de ropa, salgo de allí hiperagobiado. Ayer iba por uno de estos centros comerciales de aquí para allá con aspecto de zombie después de correr una maratón por el desierto y creo que María estaba más agobiada por lo pesado que me puse que por las fechorías que cometía mi hija de tres años que estaba con nosotros.
- El plástico. Esto ya es demencial. Hace un año se prohibieron en Tanzania las bolsas de plástico. Genial. Ya nos hemos acostumbrado a ir con el capazo a la compra y tal. Pero el otro día fui a un supermercado de aquí y me cortocircuitó la cabeza por ver tanto plástico de envases, bolsas y bolsas para la fruta. Manzanas, una bolsa. Peras, otra bosa. Melocotones, otra bolsa. Chococrispis, cartón + bolsa. Queso, blíster de plástico. Suma y sigue. Cuando volví a casa, me arrodillé frente al cubo de la basura y empecé a separar plástico, papel y orgánico con sentimiento de culpa. En Tanzania no hay mucho envase pero aún así, el plástico que utilizamos aquí es demasié.
- Así y todo he vuelto a ver a mis padres que están más mayores y achacosos pero están vivos. Haber estado tan lejos de ellos sabiendo que se podían contagiar y morir en la soledad de un hospital me puso bastante tenso. Los padres de un amigo mío de aquí de Valencia murieron los dos en el espacio de una semana por culpa del Corona. Normal que estuviese preocupado.
- Por la alteración de los horarios antes mencionada, hemos dejado de rezar el rosario en familia. Habíamos cogido esta costumbre tan buena durante el confinamiento en Tanzania. Incluso rezábamos los laudes cada día con los niños. Aquí, el trajín de playa / piscina hace que seguir con esta rutina sea imposible.
- Por otro lado, hemos podido comulgar físicamente en misa después de 3 meses sin poder hacerlo en Arusha.
En definitiva, son muchos cambios pero la cosa es adaptarse y no quejarse tanto. Este post que me sirva para poner todo lo que siento en orden y no perder el foco. Quizá haya aterrizado aquí en España con ínfulas de misionero supermega-estoico y Dios quiere recordarme que la vida del cristiano es combate y que tengo al hombre viejo acechando. En cualquier momento puede salir a flote el dominguero que llevo dentro.
El corazón del hombre ha vuelto. Hay mucho de lo que hablar y mucho que compartir. El tiempo va pasando y todo lo que vivimos como misioneros, como matrimonio y como cristianos la gente lo tiene que saber porque todo es obra de Dios y a él queremos darle gloria. Para ello, durante este confinamiento María y yo hemos escrito un cuento ilustrado que encontraréis a la venta aquí: https://bit.ly/2CFIi2e.
Ser una familia misionera en África es lo mejor que nos ha pasado y vale la pena contarlo. Rezad por nosotros. Kwa Heri!