Esta realidad es muy cruda. El país está conmocionado. El sábado pasado por la mañana un autobús con treinta y pico niños que se dirigía a una competición escolar cerca de Karatu se salió de la carretera y murieron todos menos una niña. Tenían todos 12 años. Los 3 profesores que los acompañaban y el conductor también murieron. No se sabe bien como ocurrió. Lo que está claro es que llovía a mares. Eso pudo hacer que el conductor perdiese el control.
Lo que yo sé después de 2 años y medio conduciendo por estas carreteras es que cada vez que sales con el coche, te la juegas. Desde el minuto uno tuvimos claro tanto María como yo que nuestros hijos no iban a ir al colegio en el autobús. Para los padres es más barato que llevarlos cada mañana en el coche propio (si lo tienes, claro). Pero lo que hay que tener en cuenta es que aquí nadie jamás ha recibido un mínimo de educación vial. Esto, que parece una chorrada, ahora me resulta básico. No podéis ni imaginaros las salvajadas que veo cada día. Desde mamás con bebés subidas en moto hasta adelantamientos dobles de camiones por camiones. Los conductores de autobús y de camiones suelen ser chavales bastante jóvenes. Se dedican a jugar a adelantarse unos a otros constantemente y quizá suene mal lo que voy a decir pero son unos auténticos salvajes .
Yo no me la juego y menos con mis hijos. Al principio pensé que me mirarían como al típico blanco rico que se puede permitir el lujo de llevar y traer a los niños pero este trágico accidente me confirma que mi decisión está bien tomada.
El lunes pasado se organizó en el estadio de fútbol local un funeral de Estado por los treinta niños. No se podía entrar en la ciudad del follón que se armó. Miles de personas se reunieron allí. Otras tantas se quedaron sin poder entrar. Había muchos soldados intentando controlar a las masas. La gente gritaba y lloraba. Algunas personas proferían gritos defendiendo a Dios. Dios es bueno y satanás tiene la culpa de todo. Aquí no se va más allá de esto. Nadie hace autocrítica ni se plantea nada más. La religiosidad natural es terrible. Sólo se puede “padecer” la vida y rezar y hacer sacrificio para no sufrir demasiado. Y así día tras día. Nadie ve una llamada a la conversión. Es más fácil ver una maldición que viene de fuera de nosotros, ir al pastor pentecostal a que te haga un exorcismo y ya. No bebas, no te drogues, no fumes, lleva a tus hijos a un buen colegio porque así saldrán de la pobreza. Del resto ni te preocupes. Moralismo tras moralismo que nos lleva a escondernos cada vez que pecamos para poder pecar a gusto. En el fondo el hecho religioso aquí es más mágico que otra cosa. Lo mismo da sacrificar una cabra bajo un árbol sagrado que dar un sobrecito con dinero en la misa del domingo. La intención es la misma. Así de hipócritas somos.
Por eso, cuando leo noticias que hablan sobre el aumento de bautizos de nuevos católicos en África o cuando veo las Iglesias abarrotadas de gente cada domingo u oigo a obispos decir ufanos que las iglesias de su diócesis nunca se vaciarán porque la Fe ha arraigado con fuerza…no sé. Supongo que esto no es más que una fe incipiente que tenemos que seguir cultivando y cuidando sabiendo que no recogeremos los frutos en esta generación. El que quiera coger la calculadora y hacer estadísticas a propósito de la Fe en la muerte y resurrección de Cristo, pues que lo haga. ¿Qué le vamos a hacer, oiga?
De todos modos la semilla está plantada y este ya es motivo de esperanza. El evangelio saldrá adelante y transformará la vida de las personas porque pondrán su esperanza en la vida eterna y vivirán esta vida de verdad y ya no vivirán para sobrevivir a sus propias preocupaciones solamente.
Qué trágica noticia… Me uno a todas vuestras oraciones y con la esperanza de que surja esa fe verdadera de una forma u otra..!
Me uno a vosotros y a todo el sufrimiento de tantas personas. Me hago una más en la oración para que esta llegue hasta el alma de todos ellos, vivos o resucitados en el señor.